Baloncesto
10-07-2025 16:35:30
Cristian Gil
El ala-pívot no continuará en el Granca tras seis campañas vistiendo la elástica amarilla, pero más allá de sus números y logros deportivos, que engrosan un registro a la altura de los grandes de la historia de la entidad, deja en la isla un legado donde lo superlativo fue, también, ser una persona fantástica
El deporte profesional ha llegado a un punto, quizás, excesivo a la hora de construir barreras personales. Esos muros sirven para aislarse del gran público o para estar pendiente sólo de lo relacionado con lo deportivo. De ese modo, un mundo tan cargado de egos, miedos, fracasos y triunfos, entre otras cosas, ha provocado que el deportista profesional se haya ido transformando en una especie de robot centrado, única y exclusivamente, en alcanzar esos objetivos por los que tanto ha sacrificado a lo largo de su vida. Evidentemente, no todos los profesionales del deporte tienen esa forma de ser, pero puede que aquellos que van a contracorriente y no se alejan tanto del mundo real que les rodea son los que dejan una huella aún más imborrable en el corazón del aficionado.
Esa razón es la que ha hecho que alguien como John Shurna se haya convertido en uno de los jugadores más especiales de la historia del Club Baloncesto Gran Canaria. Su trayectoria de amarillo está más que avalada por números, registros, compromiso y por éxitos como la Eurocup conquistada en 2023, donde se proclamó MVP de una final que jugó lesionado, infiltrado y en la que pensó que no iba a poder participar pocas horas antes de disputarse. Sin embargo, el peso real que tiene una figura como la suya en las páginas doradas del club grancanario se acrecenta gracias a esa forma de ser que te hace sentir como en casa.
Ejemplos de esa manera de comportarse, de esa humildad, cercanía y amabilidad hay muchos. Desde la naturalidad de un saludo por los pasillos del Arena en cualquier encuentro, preguntando siempre por el estado de ánimo de su interlocutor con el interés real de saberlo, hasta la sencillez con la que trata a rivales, compañeros, árbitros y entrenadores por igual, sin distinción, filia ni fobia.
De hecho, hay un episodio de Shurna como amarillo en 2022 que puede llegar a reflejar de verdad quién es. Era inicios de marzo y la Guerra de Ucrania había estallado unas semanas atrás. Aun así, el mundo no se detuvo y el de Illinois fue elegido para dar una rueda de prensa previa a un partido de Eurocup ante el Bursaspor turco. No obstante, cuando Shurna se sentó ante los medios, en lugar de hablar del choque decidió tener unas palabras para su compañero Artem Pustovyi. John señaló que se le partía el alma al tener que pensar cómo lo estaría pasando el pívot ucraniano sabiendo que su país estaba en pleno conflicto bélico. Expresó que había cosas más “importantes que el baloncesto”, añadiendo que deseaba volver a ver a Pustovyi “sonreír de nuevo en algún momento”. Una vez finalizó ese alegato, hizo patente esa frase de “hay cosas más importantes que el baloncesto”, se levantó y se marchó de la sala de prensa pidiendo disculpas a los presentes al mismo tiempo que solicitó que entendieran lo que estaba haciendo. A pesar de que tuviera la obligación de seguir jugando como si nada estuviera pasando en Ucrania, lo primero era arropar a su compañero y lo hizo, tanto de forma pública como privada.
Por cosas como esa, sin olvidar su importante rol dentro de la cancha, John Shurna se ha ganado un hueco preferencial en el Olimpo del Granca ahora que su camino en la isla ha llegado a su fin. Su talento en pista se mezcló con un carácter humano que trascendió el propio juego para acabar construyendo una trayectoria difícilmente olvidable en territorio insular. Su sonrisa y su mecánica de tiro ya son parte de la historia claretiana, pero por encima de todo ello quedará para siempre lo humilde y buena persona que es ‘Padre John’. Eso es lo extraordinario de ser John Shurna.